ADAM SMITH (1/5)

Hoy, cinco de junio, se cumplen 300 años del nacimiento de Adam Smith (1723 –  1790), considerado el fundador de la ciencia económica, autor de La teoría de los sentimientos morales (1759), y de Una investigación sobre de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), obras que, la primera en el campo de la ética, la segunda en el de la economía, tienen mucho que decirnos, porque en ellas encontramos principios universales, que explican la conducta humana y las relaciones entre personas. 

Cada una es una obra clásica, por más que la segunda (Smith el economista), haya opacado a la primera (Smith el filósofo), debiendo tener presente que, para comprender correctamente a Smith, hay que tener en cuenta las dos, más los apuntes de clase que se encontraron (1895 y 1929), de sus lecciones de jurisprudencia, que no publicó en vida, y que se publicaron, en su primera edición, con el nombre de Lecciones sobre justicia, policía, ingresos y armas, impartidas en la Universidad de Glasgow por Adam Smith (1896). Smith filósofo, economista y jurisconsulto. 

Voy a dedicar éste, y los siguientes cuatro Pesos y Contrapesos, a comentar las que considero las ideas económicas más importantes de Smith, sobre todo por la actualidad que siguen teniendo. Todas las citas son de la edición de La riqueza de las naciones de Alianza Editorial, con traducción y estudio preliminar de Carlos Rodríguez Braun.
Comienzo por el título, Una investigación sobre de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, en el cual encontramos dos preguntas y una afirmación: ¿en qué consiste la riqueza?, ¿cuáles son sus causas?, todas las naciones pueden enriquecerse. Comienzo por el título. Ya veremos si avanzo más allá del mismo.

¿En qué consiste la riqueza (pregunta distinta a ¿en qué cosiste ser rico?)? Leemos que “la riqueza real del país, (es) el producto anual de su tierra y su trabajo” (p. 331); que “sería ridículo proceder seriamente a demostrar que la riqueza no consiste en dinero ni en oro ni en plata sino en lo que el dinero puede comprar, y solo vale por lo que puede comprar” (p. 545); que “el dinero en el lenguaje popular significa riqueza, y esta noción tan ambigua se ha vuelto tan familiar entre nosotros que incluso aquellos que saben que es absurda olvidan sus propios principios y en su argumentación la dan por supuesta como si fuera una verdad cierta e innegable”, lo cual, obviamente, no es así, y quien lo cree padece de la ilusión crisohedónica, la creencia de que la riqueza consiste en el dinero, que es el medio de intercambio de la riqueza, pero no riqueza.

Imaginemos a Robinson Crusoe, el náufrago más famoso de la literatura, criatura de la imaginación de Daniel Defoe, en su isla desierta, con cien mil millones de dólares. ¡Se muere de hambre! ¿Pero cómo, si tiene cien mil millones de dólares? Sí, pero no cuenta con un McDonald´s donde comprar un McTrío para quitarse el hambre y la sed.

Traspasemos a Robinson Crusoe, con todo y sus cien mil millones de dólares, a Manhattan, y será el hombre más rico del mundo, pero no por los cien mil millones de dólares, sino por la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios que pueden comprarse, en Manhattan, con tal cantidad de dinero.

¿En qué consiste la riqueza? No en el dinero, sí en los bienes y servicios con los que satisfacemos nuestras necesidades.

Continuará.