AFÁN DE LUCRO

PESOS Y CONTRAPESOS
ARTURO DAMM ARNAL
Ayer escribí: “Las inversiones son actividades económicas que tienen como fin la multiplicación del ingreso del inversionista. Son producto del afán de lucro. Las hay de dos tipos: financieras y directas (…) inversiones directas (destinadas a la producción y oferta de bienes y servicios) que conviene sean privadas, motivadas por el afán de lucro, no gubernamentales, motivadas por otros afanes, con lo cual se corre el peligro de que el dinero invertido no se multiplique (ganancias) sino que, por el contrario, se divida (pérdidas)”.
No faltaron quienes criticaron el afán de lucro, por considerarlo algo éticamente reprobable, una motivación por demás cuestionable de la acción humana, siendo que la acción humana, cualquiera que sea, desde la donación de sangre hasta la oferta de bienes y servicios, no se entiende al margen del afán de lucro, que no tiene que ser, únicamente, lucro pecuniario, lucro que es, según lo define el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, la ganancia o provecho que se saca de algo.
Siempre que el ser humano actúa lo hace con la intención de lograr un fin. Si su acción es eficaz y lo logra, ese logro le supone una mejora con relación a la situación anterior, antes de que lo consiguiera. Siempre que el ser humano actúa lo hace con la intención de mejorar, y esa mejora le supone una ganancia, un provecho, un lucro, que no tiene que ser pecuniario.
Por ejemplo, quien dona sangre, acción que puede ser considerada altruista, antítesis del afán de lucro, es motivada por la intención del donante de lograr un fin, que puede ser, desde salvarle la vida a alguien, hasta la satisfacción de haberle salvado la vida a alguien. Y, si gracias a su donación, se salva la vida de alguien, y el donante se siente satisfecho, logró su fin y está mejor después de haber donado que antes de haberlo hecho, y esa mejoría le significa un lucro, un ganancia, un provecho. La donación de sangre es motivada por el afán de lucro del donador, lucro que, en este caso, no es pecuniario, pero que sigue siendo lucro, ganancia, provecho.
En muchos otros casos el afán de lucro sí es pecuniario, como sucede con la producción de bienes y servicios, ofrecidos con la intención de venderlos a un precio que permita, no solo obtener una ganancia, sino maximizarla, lo cual se logra si los consumidores están dispuestos a pagar un precio que alcance, no solo para recuperar el costo de producción, en el cual está incluida la ganancia normal del empresario, sino para que éste obtenga una ganancia extraordinaria, muestra de que está sirviendo a los consumidores como estos quieren ser servidos.
A quienes critican el afán de lucro hay que preguntarles si, entonces, lo correcto es el afán de pérdida. ¿Lo es? No, de ninguna manera.
E-mail: arturodamm@prodigy.net.mx
Twitter: @ArturoDammArnal
23 de septiembre de 2021