Apéndice I

En los cinco Pesos y Contrapesos de la semana pasada presenté argumentos, éticos y económicos, a favor de la legalización de las drogas, lo que abarca desde la producción hasta el consumo, lo cual generó, de parte de algunos lectores, preguntas, críticas, cuestionamientos, algunos de los cuales, los que considero más importantes, respondo ahora.

Hay quienes creen que el gobierno sí debe prohibir las drogas por el daño moral que los drogadictos les causan a sus seres queridos. La pregunta es si el gobierno debe prohibir, además de las conductas delictivas por su propia naturaleza, las que violan derechos, las conductas que causan daño moral, entendiendo por tal, en este caso, el daño emocional, que puede ir desde preocupación hasta depresión, que le causan los drogadictos a terceros. Mi respuesta es que no. (Yo, como padre, tengo el interés, no el derecho, de que mis hijos no se droguen, y mis hijos deben tener el interés, no la obligación, de no drogarse).

Hay quienes creen que el gobierno sí debe prohibir las drogas porque la drogadicción es un problema de salud pública, que el gobierno tiene la obligación de atender, atención que supone, entre otras cosas, atender a los drogadictos, para lo cual se necesitan recursos que, de no haber drogadicción, podrían destinarse a otros fines, para lo cual hay que prohibir las drogas. ¿Debe el gobierno, convertido para tal fin en hada madrina, atender a los drogadictos? Mi respuesta es que no, de entrada, por el riesgo moral que ello genera: si alguien sabe que no será totalmente responsable por las consecuencias de sus acciones (gobierno hada madrina paga), tiene incentivos para actuar irresponsablemente. 

Hay quienes creen que el gobierno sí debe prohibir las drogas porque la drogadicción provoca conductas delictivas por su propia naturaleza, por ejemplo, el drogadicto que roba para tener dinero y poder comprar la droga, robo que sí es un delito, y por lo tanto debe prohibirse y castigarse, drogadicción que es un vicio, pero no un delito. ¿Debe prohibirse el vicio (por ejemplo: tomar alcohol), como medio para evitar posibles delitos (por ejemplo: manejar borracho y atropellar a alguien, delito imprudencial). Mi respuesta es que no.

¿Debe el gobierno prohibir las drogas para evitar el daño moral que los drogadictos les causan a sus seres queridos, para evitar que se destinen recursos gubernamentales a la atención de los drogadictos, para evitar los posibles delitos cometidos por los drogadictos? No.Por último, hay quienes creen que lo que ha fallado no es el qué (prohibir desde la producción hasta el consumo de drogas), sino el cómo (la manera en la que se ha hecho), y que cambiando la manera de hacerlo (¿en qué sentido?) se  conseguirá el fin, creencia que pasa por alto la primera ley de los mercados: allí donde hay demanda efectiva (donde el consumidor está dispuesto a pagar el precio al que el oferente está dispuesto a proveerlo), habrá oferta (de lo que sea), ley que en el caso de las drogas se ve reforzada por el hecho de que, por tratarse de un vicio, que debe satisfacerse a toda costa, el precio puede subir sin que baje la cantidad demandada (baja elasticidad precio de la demanda: aunque el precio suba mucho la cantidad demanda baja poco), lo cual, ceteris paribus, aumenta las ganancias de los narcotraficantes. El problema no es el cómo, es el qué.