Destierro. Migración obligada

Oscar-Hernandez
Óscar Hernández

No todos los migrantes centroamericanos persiguen el sueño americano. Algunos abandonan su país, para huir de la Mara Salvatrucha.
“Salí huyendo de allá porque me querían matar”, comparte Alfredo, migrante hondureño de 54 años, un hombre delgado, de amplia barba, canoso y con miedo en los ojos. Este hombre vendía periódicos en Honduras, justo en una zona de tráfico de drogas.
La “MS”, como llaman a la Mara Salvatrucha, lo obligaba a operar como halcón. “Ellos me daban un celular para que les avisara que venía la policía”, relata entre sollozos.
Pero el hostigamiento creció, ser halcón ya no era suficiente. “Vos andas tatuado, me dijeron, vos puedes ir a traerme una extorsión a un comedor y te vamos a dar un porcentaje; entonces yo me negaba a todo eso y ellos ya me traían corto, me decían, te vamos a dar para abajo, o sea, te vamos a matar”.
Sumido en la pobreza que aqueja a gran parte de Centroamérica, Alfredo decidió no volverse un delincuente. Ser halcón le permitía desahogar la pobreza en la que vivía, pero no estaba dispuesto a llegar a más; entonces quiso deslindarse, pero su suerte estaba echada.
Una noche, en un viejo barrio hondureño, comunicó a sus verdugos que no contaban más con él. Horas más tarde, al llegar a casa, comprobó que no había marcha atrás. “Ya me habían quemado todo, la cama, los documentos,  mi ropa, todo! Salió una señora y me dijo: Freddy váyase! Lo están esperando a usted y lo van a matar”. Esa noche madrugada, Alfredo sabía que su tiempo en Honduras, había terminado.
“En Centroamérica muchas personas están saliendo a consecuencia de la violencia de las pandillas”, señala Paulo Martínez, coordinador de comunicación de la organización “Sin fronteras”.
Alfredo tomó una muda, un viejo pantalón café, camiseta blanca y gorra azul; detrás dejó el recuerdo de una vida difícil, sin familia y prácticamente condenada a la marginación, debido a las condiciones económicas de su país. Así, lleno de pánico, el hombre de la gran barba blanca huyó a México.
En sus planes, no estaba cruzar la frontera con Estados Unidos, sólo quería estar a salvo. “El día que uno se retira de una pandilla, está condenado a muerte también”, dice Freddy.
Crisis migratoria
Le llaman la “Crisis del fuego lento”. Cada año, más de 29 mil centroamericanos abandonan sus países por motivos de inseguridad.
Alfredo está amenazado de muerte, por ello solicitó asilo en nuestro país. “En el año 2015, según la Comar, hubieron alrededor de 3 mil 400 personas solicitantes de asilo en México y únicamente se reconoció a alrededor de 900 personas”, plantea Paulo Martínez.
“Les piden pruebas que muchas veces es difícil,  si tú sales corriendo por miedo o temor, pues salen sin papeles o algo de pruebas”, sentencia Gabriela Hernández, activista en pro de los derechos humanos.
Casa Tochan
En el poniente de la Ciudad de México, se erige la Casa Tochan, un sitio habilitado como albergue de indocumentados. Ahí Alfredo encontró refugio y alimentos. Entre sus tareas, está pintar murales alusivos a la ruta del migrante. Lo más importante, está a salvo, aunque el miedo sigue ahí.
En Tochan viven otros migrantes. El modelo aquí es distinto; los ocupantes pueden permanecer el tiempo que quieran, a diferencia de otros albergues, donde la estancia no debe rebasar los tres días.
Aquí son frecuentes y necesarias las charlas entre indocumentados; compartir experiencias es fundamental para seguir no sólo adelante, sino con una vida plena, esa que parece fue negada a un amplio sector de seres humanos, que crecieron en condiciones adversas.
Debido a la ola de violencia en Centroamérica, México padece la crisis de refugiados más grande de los últimos 15 años.  Las solicitudes de asilo aumentaron 160 por ciento.
Tras el destierro del que fue víctima, el hombre que hoy pinta murales intenta una nueva vida en México. Extraña su tierra, y a los pocos que le quedan con vida en su natal Honduras.
En el camino de este equipo de trabajo, por varios municipios de México, hemos tenido la oportunidad de conocer a decenas de indocumentados, algunos sobre las vías, otros en la bestia, y algunos más escondidos en la casa de algunos mexicanos que les procuran. Los llamados indocumentados centroamericanos, en su mayoría, han demostrado ser hombres y mujeres, de buena fe. Si lo pone en duda, por favor, acérquese a alguno.

Óscar Hernández Bonilla es reportero de investigación en Proyecto 40. Conductor suplente en Informativo 40. Especializado en temas sociales y seguridad. Coberturas electorales, desastres naturales,  e internacionales: guerrilla de las FARC. “En cualquier parte hay algo valioso, digno de narrar; el reto es descubrirlo”.

E-mail: oskarhbonilla@gmail.com

Twitter: @ohernandezb