¿DOS EJÉRCITOS?… ¿DOS IDENTIDADES?

margarito
Ricardo Homs

Hablar del Ejército Mexicano hoy tiene dos significados diametralmente opuestos para el común de los mexicanos.  Pareciera que hablamos de dos instituciones diferentes.
Se está cumpliendo el 50 aniversario del Plan DN-III-E, creado por el Ejército Mexicano para operar en casos de crisis por desastres naturales. Al hablar de estos cincuenta años de generosa entrega por parte de las fuerzas armadas, es justo hacerlo con una actitud de profundo agradecimiento por miles de vidas humanas salvadas en este tiempo. El servicio que ha prestado a cientos o quizá miles de comunidades afectadas por inundaciones, sismos, o fenómenos naturales de alto impacto, e incluso su participación en crisis sanitarias y programas de prevención de la salud son de gran valor humano.
Sin embargo, hoy más que nunca empiezan a tejerse ante la opinión pública historias dramáticas de jóvenes que desaparecen en retenes militares y ni qué decir de la cuestionada participación del destacamento de Iguala durante el tristemente célebre caso de Ayotzinapa.
Conforme pasa el tiempo, surgen testigos e instituciones protectoras de derechos humanos que involucran entre otras instituciones al Ejército en estos hechos.  Peor aún que el Ejército no tenga una explicación convincente ante la opinión pública para deslindarse de estas imputaciones. Además se suman los cuestionamientos de ejecuciones sumarias como de la que se le responsabiliza, realizada en Tlatlaya.
Si hablamos de historia, tendremos que remitirnos a la leyenda negra del general Acosta Chaparro, quien en los años sesenta y setenta combatió a la guerrilla en el Estado de Guerrero con una saña absoluta.
Pareciera que hablamos de dos instituciones diferentes: una con visión humanitaria y de servicio a la comunidad y otra violenta. ¿Cuál es la verdadera?.
Definitivamente cincuenta años de servicio humanitario a la sociedad debiese pesar más, pero tampoco se pueden ignorar los cuestionamientos actuales, que refieren de tratos inhumanos al margen de la ley, contra detenidos para investigación.
La realidad es que la esencia del “ejército” como institución, en cualquier parte del mundo, nos refiere a un grupo armado creado para combatir enemigos extranjeros, ya sea para defender el propio territorio de invasores, o para intervenir países enemigos. Esa es la historia de los ejércitos desde que existen.
El mismo ejército norteamericano ha sido acusado de crueldad contra sus enemigos y de tratos inhumanos contra los rehenes. Las acusaciones contra las fuerzas armadas norteamericanas por tortura contra los prisioneros en la cárcel que posee en Guantánamo, Cuba, da testimonio de ello.
El salvajismo de los soldados “gurkas”, originarios de Nepal, pero que forman parte del ejército inglés, es una leyenda de crueldad.
Sin embargo, todos los ejércitos, por vocación, están entrenados para combatir contra soldados extranjeros. Por ello operan al margen de la ley civil y tienen sus propios modelos de justicia militar.
Cuando los ejércitos en cualquier parte del mundo son lanzados contra la población civil de un país enemigo, generan masacres como las sucedidas en la “guerra de Los Balcanes”, en Yugoslavia, entre etnias rivales en un país creado artificialmente.
¿Qué sucede cuando los soldados operan contra enemigos de su propia nacionalidad y dentro de su propio país?. Es el caso de la crueldad de las fuerzas armadas en dictaduras como la chilena, argentina y brasileña, por citar algunas.
Tratando de entender lo que está sucediendo hoy en México, país con gobierno democrático, vemos que el gobierno mexicano, al no tener infraestructura para combatir a los cárteles, debió involucrar a las fuerzas armadas durante el sexenio del presidente Calderón.
De repente, siguiendo esta encomienda presidencial, los militares empezaron a actuar y operar en el ámbito civil, contra sus connacionales y dentro de nuestro propio territorio.
Lo grave es que lo han hecho en total “opacidad” en referencia con la justicia civil, pues respetan sólo los lineamientos de la justicia militar, lo cual convierte a la institución en responsable de los excesos de algunos de sus miembros.  La realidad es que el Ejército fue creado para proteger a México de invasiones extranjeras y hoy que combate contra connacionales, -en el ámbito civil-, con lo cual siempre se corre el riesgo de excesos frente a la población civil.
Frente a las voces que siempre han criticado el papel de las Fuerzas Armadas en el combate a la delincuencia organizada y los cárteles y por ello exigen el regreso a los cuarteles, conviene destacar que el ámbito policiaco ha sido corrompido, aunque no debemos negar que debe haber un gran número de policías honestos y responsables.
Además, la disciplina militar es una garantía de eficiencia y experiencia.
Se estima que al 2013 el Ejército Mexicano contaba con aproximadamente 212,000 efectivos y se han publicado cifras que nos hablan que la Armada de México en 2016 cuenta con 65,000 miembros. También hay cifras publicadas que nos hablan de un número integrado de 263 ,000 miembros de fuerzas armadas.
Es necesario considerar que el modelo de ejército tradicional, -como el que México posee-, jamás volverá a operar en ninguna guerra contra invasiones extranjeras siguiendo el formato convencional, pues seguramente las guerras del futuro ya no serán cuerpo a cuerpo, sino tecnológicas o terroristas, lo cual plantea modelos muy diferentes, pues lo importante no será el número de efectivos para determinar la fortaleza de la capacidad de respuesta.
Con pocos efectivos y mucha tecnología se librarán las guerras, con aviones no tripulados y misiles teledirigidos, o un gran sistema de inteligencia militar de alta tecnología para identificar sospechosos de terrorismo. Las guerras químicas y bacteriológicas no deberán ser descartadas.
Los ataques terroristas perpetrados por extranjeros, se librarán dentro del mismo país enemigo.
De hecho México no participó directamente con efectivos, ni en la primera ni en la segunda Guerra mundial, ni tampoco lo ha hecho nunca en misiones de la ONU, ni en ninguna operación de coalición de países hermanos.
El Ejército es una gran infraestructura que no se debe desperdiciar en los cuarteles, sino darle el lugar que le corresponde en el México de hoy, para que continúe sirviendo a la sociedad en el ámbito de la seguridad pública.
Continuar con la participación de la Fuerzas Armadas, de lleno en el combate contra el crimen organizado, es fundamental, así como que sea con más efectivos. El número total de miembros de las fuerzas armadas tiene la capacidad de patrullar en las calles y zonas rurales de todo nuestro territorio.
Además debiese hacerlo apoyado en un mayor trabajo de inteligencia tecnológica.
El Ejército es un gran activo del Estado Mexicano para lograr la paz social y brindar seguridad a todos los mexicanos, ya no protegiéndonos de las invasiones extranjeras, sino de los riesgos que hay dentro de nuestro país. La disciplina militar es una garantía.
Sin embargo, para que se den los resultados que garanticen la paz social, es necesario reconvertir a nuestro Ejército y modificar su estructura para hacerlo ciudadano. Esto requiere supeditarlo a la justicia civil y capacitarlo para tratar con la población.
El Ejército no debe seguir actuando en un ámbito paralelo, sino integrado total y absolutamente a la sociedad y a sus instituciones públicas, incluidas las de justicia.
Sobre estas bases, el Ejército será una pieza clave para reconstruir la seguridad en nuestro país.
Importante será que el Congreso  inicie un debate nacional sobre este tema.
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