EL GOBIERNO Y LA ECONOMÍA (1 de 5)

Instituto peruano de economia

PESOS Y CONTRAPESOS

Antes que el gobierno está la economía. Antes que el poder para prohibir, obligar y castigar, que son los tres principales poderes del gobierno, están las necesidades insatisfechas de los seres humanos, comenzando por las básicas, aquellas que, de quedar insatisfechas, atentan en contra de la vida, la salud y la dignidad de las personas, necesidades que deben satisfacerse, para lo cual hay que producir y consumir, siendo el consumo el fin y la producción el medio, producción y consumo que son actividades económicas, que son economía.
Puede haber economía sin que haya gobierno. Piénsese en Robinson Crusoe, el náufrago más famoso de la literatura quien, perdido en su isla desierta, debe comer y beber si quiere sobrevivir (consumir) y, dado que ni la comida ni el agua le caerán del cielo, debe conseguirlos por medio de su trabajo (producir: pescar para poder comer y recolectar agua para poder beber), lo cual quiere decir que debe realizar actividades económicas, que son economía, y todo ello en ausencia del gobierno.




Puede haber economía sin que haya gobierno, debiéndonos preguntar si la participación del gobierno puede mejorar la actividad económica, sobre todo en economías como la nuestra, basada en una amplísima, complejísima y profundísima división del trabajo, lo que implica que buena parte de los bienes y servicios que necesitamos para satisfacer nuestras necesidades fueron producidos por alguien más, y que la manera justa y eficaz de conseguirlos es por medio del intercambio (comprándolos), lo cual da como resultado una economía de mercado en el sentido literal el término, siendo tales aquellas en las cuales el intercambio es la actividad económica central, de tal manera que se produce para vender y se compra para consumir.




La gran ventaja que tenemos nosotros sobre Robinson Crusoe es que nosotros, gracias al intercambio, y por lo tanto a la división del trabajo, nos beneficiamos del trabajo de los demás, de la misma manera que los demás se benefician de nuestro trabajo (por eso se llama intercambio), algo que el náufrago, perdido en su isla desierta, no puede hacer. Entre todos somos capaces de producir más, ¡mucho más!, de lo que cada uno produciría de manera aislada. Cuando de satisfacer necesidades se trata, satisfacción que depende de la cantidad, calidad y variedad de los satisfactores de los que se pueda disponer, la división del trabajo, y por lo tanto el intercambio, son mucho más eficaces que la autarquía, que la autosuficiencia.
Para realizar de la mejor manera posible sus actividades económicas Robinson Crusoe no necesita del gobierno. No necesita de alguien que prohíba, que obligue, que castigue. La autarquía no requiere del gobierno. El intercambio sí.
Continuará.
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