El error del TLC

foto: Ansa

El Tratado de Libre Comercio entablado entre los países que conforman América del Norte ha sido, de manera discreta y casi imperceptible, el gran protagonista, para bien o para mal, de lo que supuestamente vemos en México como bueno o malo.
Es decir, por un lado podemos culparlo de toda calamidad como raíz de ese “neoliberalismo” castigador de nuestra soberanía y, por el otro, agradecerle la zona de confort en la que hemos podido mantenernos por bastantes años.
Lo cierto es que pese a sus evidentes claroscuros, nadie – o muy pocos – se había tomado la molestia de revisar su planteamiento tan a fondo como ahora que las circunstancias – por no decir amenazas –  nos obligan.
Así, en este punto, comenzamos a sentir ese temor por su ausencia estemos o no en su defensa; es como si nos quitaran el oxígeno, como si cada noticia donde se anuncia una nueva inversión cancelada fuese una puñalada a nuestra querida águila devora serpientes en nopales… Y es que lo es, en efecto, cada pérdida es un cúmulo de familias que van a extrañar la oportunidad de encontrar un trabajo estable; de buscar un desarrollo mejor para sus hijos que el que ellos tuvieron.
Y todo mundo grita, entonces: “¡Somos dependientes de los gringos!” para complementar, con toda la sapiencia popular de su lado: “¡Busquemos nuevos amigos para comerciar!”
¿Qué tan factible es esta solución? O mejor dicho…. ¿Es la dependencia a EU el problema de fondo? Sí, en buena parte, pero no por las razones que uno esperaría encontrar.
Basta revisar nuestras exportaciones para ver que en la mayoría de sus rubros (o productos, mejor dicho) tenemos al país del norte como principal destino lo cual da para pensar, inmediatamente, que los “gabachos” son unos acaparadores, consumistas y abusivos de nuestros pobres trabajadores cuando muy probablemente sea nuestro sector productivo el que haya acoplado sus estándares, mercancías e incluso dinámicas organizacionales a las demandas del vecino.
Para poner un ejemplo práctico, voy a decir que EU es el “marchante” de muchísimo dinero que va muy seguido a nuestro tianguis; Tras observarlo un poco y ver que ahora le es más fácil llegar a nosotros (Aquí juega el Tratado de Libre Comercio) empezamos a notar cuales son sus gustos, sus motivaciones e incluso las horas del día en las que llega y las épocas del año donde compra más, de tal manera que para consentir a nuestro mejor cliente, terminamos adecuándonos a él, en vez de él a nosotros, ignorando la enorme cantidad de personas (países) que circulan en el mismo recorrido.
Va de manera concreta: El error del TLC fue no haberse hecho más abierto, libre, amplio y dirigido a distintos mercados.
Desde este punto podemos considerar que el Tratado de Libre Comercio, pese a no basarse en lo que debería de basarse un tratado de su naturaleza (Desregulaciones, derogaciones y abrogaciones más que en clausulas “favoritistas” de un mercado específico) fue un buen primer paso aunque, desafortunadamente, fue también el único que dimos en el entendido de que no existe ningún otro de alcances similares.
Faltó, entonces, abrir nuestros brazos al mercado extranjero, a todo, con el afán de evitar este tipo de “simbiosis” entre nuestra situación económica y  la del país vecino. Diversificar opciones, le dicen.
Considero yo que aún no es tarde para dar un giro hacia esa dirección y es algo que se sabe, un secreto entre voces del que nacen, por ejemplo, las Zonas Económicas Especiales que están por aplicarse.
Pasa que llevan tanto tiempo mostrándonos a México como un todopoderoso, autosuficiente e ilimitado país que ahora no saben cómo hacer las paces con un mundo capaz de avanzar con o sin nosotros. Y hay que correr, porque nos dejan.
“Kohoutek Velasco, miembro fundador de México Libertario. Ni de izquierda ni de derecha; Simplemente lógico. Activista y escritor liberal.”
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