FAMILIA SIN ADJETIVOS

Hoy vivimos guiados por los temas que se convierten en tendencia y nos sumamos a ésta con entusiasmo y sin una reflexión de fondo. Apoyamos causas sociales simplemente por tener la aprobación pública. Preferimos sumarnos a lo que en este momento es “socialmente correcto”, pero sin el compromiso real con aquello que apoyamos.
Es importante hoy definir hasta dónde podemos y debemos ceder respecto a ciertas creencias morales.
El tema de los modelos de familia es un asunto sensible, pero que no debiese dividirnos como sociedad. Muchas veces quedamos atrapados en la parte semántica y lingüística de los conceptos. Sin embargo, la única realidad es que todos terminamos afrontando tarde o temprano las consecuencias de nuestras decisiones y por tanto, ésta es una decisión personal.
Lo que sí debemos defender es nuestro derecho a vivir el modelo de familia en el cual nos sentimos plenos y satisfechos emocionalmente, aunque no sea el modelo que está de moda.
A final de cuentas la mejor forma que de defender al modelo de familia tradicional, quienes creemos en ella, es con el testimonio de nuestra propia vida y lo que hagamos con ella es lo que terminará siendo una referencia para la evaluación que harán nuestros descendientes cuando deban formar la suya.
Es necesario reconocer que cada quien tiene derecho a tomar, cuando es adulto y responsable de su vida, las decisiones que considere pertinentes para encontrar el modelo de convivencia emocional que le satisfaga y en eso debe quedar incluida la elección del modelo de familia en que quiere vivir.
Sin embargo, esa decisión no debe significar imponer a un tercero que experimente vivir dentro de cualquier modelo de familia diferente al ya conocido.
La innovación siempre conlleva riesgos y un menor de edad no debe verse involucrado en una decisión tan importante para su salud emocional a lo largo de su vida, que le pueda impactar negativamente, ya sea por condiciones propias del estilo de vida en ese contexto familiar, o por las repercusiones derivadas de la actitud de gente que le rodea, específicamente el riesgo de bullying. Hoy que la sociedad apenas está dando el paso a aceptar la existencia de otros tipos de familia, adicionar de modo simultáneo el tema de adopciones de menores en familias con una estructura muy innovadora, es de alto riesgo.

Al margen de consideraciones morales, el tema de la adopción en este tipo de familias debe ser considerado desde un punto de vista práctico y funcional.
No se necesita mas que la vivencia personal y la observación de lo que sucede alrededor para descubrir que la visión femenina y la masculina, en la educación y la formación del caràcter de los hijos es radicalmente diferente. En el modelo de familia tradicional es el equilibrio de la interacción de dos padres de sexo diferente lo que genera un desarrollo equilibrado en el niño.
La madre, cuando existe un padre al lado, se vuelve sobreprotectora. Por su propia naturaleza el amor de madre es incondicional, independientemente de la conducta del hijo, o la hija.
En contraste, el padre se guía por la conducta. Busca resultados. Evalúa el desempeño y sobre esa base premia o castiga. Esta dualidad de la pareja impulsa el desarrollo emocional equilibrado y el crecimiento personal.
Cuando una madre se queda sola educando a los hijos, sin la participación del padre o ella toma ambos roles, o se vuelve sobreprotectora sin el contrapeso de la participación masculina.
¿Què sucede cuando ambos padres son del mismo sexo? Es una gran interrogante que debemos responder no con opiniones, sino con la evaluación del impacto de esta circunstancia cuando el niño o niña se vuelven adultos.
Por ello es muy importante replantear el tema de la adopción de niños dentro del modelo de matrimonio igualitario, que previamente ha sido legalizado para el Distrito Federal en marzo del 2010.
En agosto del 2010, con nueve votos a favor y dos en contra, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) aprobó las reformas al Código Civil en el DF que permiten a los matrimonios del mismo sexo adoptar niños.
Es importante destacar que los magistrados nunca se pronuncian sobre el impacto o el contenido del tema, sino que si dentro del ámbito jurídico no se violan leyes.
Por tanto, esta resolución de la Suprema Corte no es un cheque al portador a favor de la adopción porque seguramente no hubo una evaluación psicológica, emocional o social o un estudio con infantes, sino jurídica, o sea de legalidad.
Sin embargo, el mismo derecho que tiene un adulto de seleccionar el modelo de sociedad de convivencia que más satisfaga sus expectativas, a lo que comúnmente se denomina familia, es el derecho de un niño a no ser obligado a experimentar ser criado en un nuevo modelo familiar, cuyo impacto emocional en el contexto de la sociedad mexicana, es desconocido.
El que pudiese haber estudios psicológicos en otros países, con personas adultas que fueron criadas en un modelo de familia igualitario, no garantiza que podemos asegurar que los resultados serían similares en México pues las condiciones socioculturales de México son muy diferentes del resto de los países.
No puede haber estudios que aseguren que no hay implicaciones emocionales para un niño por experimentar en México la vivencia de ser criado como hijo dentro de una familia del modelo matrimonio igualitario, porque en México, al cumplirse apenas siete años de que la SCJN autorizara como legal este tipo de adopción, no hay aún el testimonio de una generación educada en este entorno familiar, a la cual se le pueda evaluar el impacto emocional al llegar a la edad adulta.
Cuando existe un programa piloto de cualquier tipo que impactará la salud física de los participantes, sobre el que no existe certeza de las secuelas de aquello que se va a experimentar, siempre se exige que las personas sean mayores de edad y manifiesten a través de un documento que son conscientes de los riesgos que por participar puedan surgir y los aceptan libremente.
¿Por qué a un niño que aún no tiene conciencia sobre sí mismo, se le impone formar parte de un proyecto de familia que hoy es nuevo y cuyas implicaciones emocionales y psicológicas hoy son desconocidas?.
¿Por qué en la Ciudad de México no puede contraer matrimonio nadie que no tenga una edad mínima de 18 años y sí es posible que un niño sea obligado a vivir en una familia de un modelo diferente al tradicional sin que tenga la capacidad jurídica para elegir?.
Fue durante el gobierno del jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera que se promulgó esta ley que regula el matrimonio en la CDMX.
Una ley de alto impacto para la vida de una persona como es la relativa al modelo de familia en que se criará, no puede evadir la necesidad de estar sustentada en estudios psicológicos muy profundos que evalúen el impacto emocional en la edad adulta.
Este es el momento en que debiese promoverse que esta ley sea sometida a algún proceso de estudio hasta esperar que estas primeras generaciones de niños formados en este tipo de familia lleguen a la edad adulta y tengamos tanto su testimonio, como una evaluación de tipo emocional y psicológico.
¿Usted cómo lo ve?.
@homsricardo
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