FARC: Historia rebelde

Oscar-Hernandez
Óscar Hernández

Tiene la piel marcada por el tiempo; en la punta de sus dedos sobresalen uñas largas y descuidadas. Ángela, a sus 75 años vive sola… en su casa, en su pueblo, en Teteyé, Colombia.
Teteyé es un pueblo ubicado a orillas del río Putumayo, abundante caudal que sirve como frontera natural con Ecuador.
Ángela acomoda la mecedora afuera de su vivienda, levantada con maderos y un par de lonas. Enciende un cigarro y se sienta a observar lo que queda de su entorno. Teteyé es considerado un pueblo fantasma. Hace varios años sus habitantes se fueron, amenazados por la guerrilla  de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC.
Tiempos de cambio
Latinoamérica vive momentos de cambio. Hace unos días, el gobierno colombiano finalmente alcanzó un acuerdo de paz con las FARC, grupo terrorista surgido en 1964. Vale la pena revisar pasajes de esta guerrilla, más aún cuando nuestro país, México, estuvo involucrado.
Operación Fenix
La madrugada del 1 de marzo de 2008, un grupo de estudiantes mexicanos, que había participado en un congreso bolivariano, se encontraba con una célula de las FARC en la provincia ecuatoriana de Sucumbíos, cuando el ejército colombiano atacó esa base. El saldo: más de 20 guerrilleros muertos, entre ellos Raúl Reyes, uno de los líderes, así como 4 jóvenes mexicanos. Al ataque sobrevivió Lucía Morett, estudiante de filosofía de la UNAM. De inmediato el gobierno de México exigió una explicación.  Este equipo de trabajo viajó a territorio ecuatoriano.
En Quito, las familias de los estudiantes exigían ver los cuerpos de sus hijos. Recuerdo al padre de Soren Ulises: “¿Qué les hicieron? ¿Qué carajo les hicieron?”, reclamaba a las autoridades ecuatorianas, que a su vez, a través del presidente Rafael Correa, había roto relaciones diplomáticas con Colombia, por violar su soberanía.
Viajamos a Sucumbios, de ahí a una zona selvática llamada Angostura, donde ocurrió el ataque. Junto a nosotros, Marcelo Orellana, periodista ecuatoriano se ofreció a ser nuestro guía. Varios años después, le sigo agradecido.
El miedo acecha
En el lugar, como pasa desde hace decenas de años,  la gente vive con miedo. Mientras lavaba en el Putumayo, Zorinda narraba el miedo que vivían. “Aquí no se vive en paz, luego pasan los helicópteros y bombardean las casas, dicen que buscan a la guerrilla, y cuando matan inocentes, los desvisten y les ponen ropa de paramilitares para justificar sus ataques”. Apenas dijo esto y se fue; en ésta como en otras comunidades ecuatorianas, pocos querían hablar sobre la intromisión de la guerrilla.
Desde la orilla del Putumayo, del lado ecuatoriano, se alcanzaba a distinguir un pueblo del otro lado; era Teteyé.
Por cinco dólares, un lanchero se ofreció a cruzarnos. Apenas tocamos tierra, descubrimos la desolación, la misma que sembraron las FARC, y que costará mucho sanar, pese al acuerdo de paz firmado hace unos días.
Ángeles
Un viejo camión, pero en buen estado, permanecía estacionado junto a botes de otros lancheros. Adelante se abría una enorme vereda que conducía al pueblo. Caminarlo   era deambular por un pueblo fantasma.
Alrededor de 500 viviendas componen Teteyé. Más de 400 están vacías. Amenazados por las FARC, los habitantes se fueron. En muchas casas dejaron todos los muebles, había cortinas, cocina. La gente se fue dejando atrás el patrimonio de toda una vida. Son las pérdidas que, insisto, no podrá recuperar el recién acuerdo de paz.
Los moradores de Teteyé no sólo dejaron sus viviendas, hubo quien, para ponerse a salvo, abandonó a su madre, “ya no quisieron llevarme, creo por vieja, pero no hacen mal, es por su bien”, relata una resignada Ángeles, de quien les hablé al principio de esta entrega.
Tenía unas 15 gallinas, de las que se sostenía para alimentarse. Ahí no servía el dinero; los comercios más cercanos estaban a por lo menos 50 kilómetros de distancia.
“Aquí me voy a morir, aquí me tocó, ya no le tengo miedo a la guerrilla porque no tengo nada que perder, aquí los espero”, nos compartía mientras apretaba el chal a su espalda. Fue la última vez que vimos a Ángeles.
Guerra sin sentido
El viejo camión estacionado nos llevó algunos kilómetros adelante, pero un retén militar detuvo nuestro camino.
“¿De dónde vienen? ¿Quiénes son?”, preguntaba un sargento del ejército colombiano, “no pueden pasar”, sentenció el hombre de no más de 30 años, y con la responsabilidad de combatir a las FARC.
De poco sirvió identificarnos y mostrar pasaporte. En aquella base militar nos pedían volver al Ecuador. “Aquí es muy peligroso, es zona roja y los pueden atacar, además no tienen visa ecuatoriana, se tienen que ir”.
Antes de definir nuestro futuro inmediato, tuve la oportunidad de entrevistar a Rodolfo Lince, aquel sargento que minutos después conmovió mi ser.
Tez blanca, robusto e incluso voz de adolescente, me compartió que desde que se enroló en las tropas colombianas, no entiende el significado de una guerrilla que ha cobrado cientos de muertes y secuestros.
“Yo no entiendo porque peleamos, somos un mismo pueblo con ideales distintos, pero un mismo pueblo colombiano; luego le digo a mis padres, si debo disparar lo hago pero no estoy de acuerdo en ello”, confesaba un hombre aferrado a su fusil, que como muchos, nunca dio crédito a las cruentas batallas entre las FARC y el ejército.
¿Paz?
¿Paz después de medio siglo de guerrilla? Puede resultar alentador pero la historia seguirá ahí. Quizá Rodolfo, hoy a sus 40 años esté más tranquilo, luego de haber accionado su arma decenas de veces. Seguramente Ángeles no está más en esta tierra y su muerte pudo ser violenta. Cómo entender la paz, cuando se han entablado decenas de intentos. ¿Éste acuerdo es definitivo? Ojalá así sea.

Óscar Hernández Bonilla es reportero de investigación en Proyecto 40. Conductor suplente en Informativo 40. Especializado en temas sociales y seguridad. Coberturas electorales, desastres naturales,  e internacionales: guerrilla de las FARC. “En cualquier parte hay algo valioso, digno de narrar; el reto es descubrirlo”.

E-mail: oskarhbonilla@gmail.com

Twitter: @ohernandezb