PESOS Y CONTRAPESOS
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| Arturo Damm Arnal |
Según el secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, “la pobreza sólo se derrota cuando se vence la indiferencia”, tal y como lo afirmó en su cuenta de Tweeter el pasado día 16. Vencer la indiferencia condición para derrotar a la pobreza. Entonces, ¿es es la indiferencia, el estado de ánimo por el que no se siente ni inclinación ni repugnancia hacia alguien, la causa de la pobreza? Y si es así, ¿la indiferencia de quién para con quién? ¿De los ricos para con los pobres? ¿Del gobierno para con los pobres? ¿De los que tienen más para con los que tienen menos?
¿Qué nos dice, de la concepción que Meade tiene de la pobreza, lo que afirma respecto a su derrota? ¿Que la misma (me refiero a la derrota) se deberá al interés (que es lo contrario de la indiferencia) de todos los no pobres (que no solamente son los ricos) hacia todos los pobres? Y si así es, ¿cómo debe materializarse ese interés? ¿Ayudándole a los pobres, vía la donación de satisfactores, a satisfacer sus necesidades? Y si así se hiciera, ¿supondría ello la derrota de la pobreza? ¿Se deja de ser pobre cuando, por la vía de la donación (voluntaria u obligatoria), se cuenta con satisfactores suficientes o cuando, por la vía del trabajo productivo, se pueden obtener, de manera autónoma, gracias al esfuerzo propio y no al trabajo de los otros, esos bienes y servicios? ¿Cuál opción –la donación o el trabajo– es la que respeta la dignidad de la persona? El fin –satisfacer las necesidades, comenzando por las básicas–, ¿justifica cualquier medio, por ejemplo el robo (la “donación” obligatoria, comenzando por la que exige el gobierno cuando cobra impuestos con fines redistributivos: le quita a A para darle a B)?
¿Qué quiso decir Meade cuando afirmó que “la pobreza sólo –insisto en esto: sólo– se derrota cuando se vence la indiferencia”. ¿Que la indiferencia es la causa de la pobreza? Y si eso quiso decir, ¿lo es?
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