¿Quién es el mercado?

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Kohoutek Velasco

Hablar de mercado suele ser escabroso para muchos y un tabú para otros, sobre todo para quienes lo conciben como un ente de traje y copa alta que está tras sus carteras.
La realidad dista mucho de tal definición; cuando se habla de “el mercado y sus intereses” hablamos de los intereses tuyos, míos, del vecino, del vendedor y del comprador, esto, claro, cuando el mercado es verdaderamente un mercado y no una suma de regulaciones que benefician al gobernante de turno.
Es decir, el solventar una necesidad bajo común acuerdo, beneficiando también a quien la solventa y no solo a una de las partes es hablar de libre mercado. ¿Y qué pasa cuando el comprador no está satisfecho? Pues cambia de vendedor ¿Y qué pasa cuando el vendedor no está satisfecho? Pues no intercambia su producto. A esto se le llama competencia, que se traduce como el incentivo necesario para todo vendedor que en su necesidad de ser del agrado del comprador tendrá siempre que innovar, que brindar una mejor manera de solventar necesidades.
No hace falta ver más allá de lo obvio para darse cuenta de lo que pasa cuando las personas, con una necesidad, se ponen de acuerdo con quien puede solucionarlas, aceptando un intercambio voluntario que beneficia a ambos. Ahí se crea el mercado.
Partiendo de aquí tenemos distintos escenarios donde la intervención de un tercero es más o menos protagonista – pero siempre nefasta –
El primero es cuando el estado pasa a tomar parte de este intercambio voluntario decidiendo que necesidades son prioridad y con quien las intercambias, dando resultados como monopolios, concesiones, licitaciones “para los cuates” y un común denominador: La corrupción, que en términos simples la asumiremos como el resultado de la falta de competencia, de ese incentivo que les obliga a mejorar pues saben que, inevitablemente, deberás comprarles a ellos al no tener una opción distinta a la suya.
Desafortunadamente hay un escenario mucho peor: Cuando el estado no solo decide que necesidades priorizar, sino que se vuelve aquel con el que debes intercambiar.
Sí, hablo de ese súper estado capaz de proveerte de todo, de ser productor, intermediario y comerciante a partes iguales, además de quien dicta las reglas sobre lo aceptado y lo prohibido, justificándose, siempre, bajo la bandera del bien común, del entendimiento perfecto de las necesidades de sus gobernados.
¿Consecuencias? Pues las obvias y terribles: Escases, hambre, filas eternas, tiendas vacías y gobernantes en absoluta abundancia.
Entonces tenemos un problema a destacar: Los gobernantes suelen creer que los mercados se van a adaptar a SUS necesidades cuando, en realidad, el mercado no es más que la interacción entre las personas. Es decir, toda manipulación al mercado es una manipulación a nuestra interacción y, definitivamente, va a tener consecuencias.
Hay que confiar un poco más en nosotros, también hay que ser un poco más responsables al asumir nuestras errores así como sus consecuencias. Tanto las respuestas como las soluciones que buscamos no están ni en un gobernante ni en un “mercado”, están en nosotros, pues nosotros somos el mercado.
“Kohoutek Velasco, miembro fundador de México Libertario. Ni de izquierda ni de derecha; Simplemente lógico. Activista y escritor liberal.”
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