​Veracruz, el sepulcro

Es el cementerio clandestino más grande de México y está a diez kilómetros del puerto de Veracruz. Las fosas se cuentan por docenas.
Cada mañana, desde agosto 2016, Rosalía, Martha, Griselda y otras madres buscan los restos de sus hijos en el predio Colinas de Santa Fe. “Tenemos la esperanza de por lo menos recuperar el cuerpo”, dice María, quien vio por última vez a su hijo en noviembre de 2013, cuando elementos de la Policía Estatal, asegura, lo “levantaron”.
Por inverosímil que parezca, son las mamás quienes realizan la búsqueda, y a la fecha, han encontrado 125 fosas con más de 250 cráneos. A solicitud de las madres, peritos de Iguala, Guerrero, las prepararon para ello. La principal herramienta: una varilla.
Las coordenadas
Rosalía recuerda mayo del año pasado. Durante una protesta, un joven se le acercó para entregarle un papel macabro: la ubicación de decenas de cuerpos en Colinas de Santa Fe. Desde entonces, el Colectivo Solecito de Veracruz, conformado por más de cien madres de desaparecidos, escarba en las tumbas clandestinas.
Acompañamos a Rosalía, mujer valiente y arrojada. Roberto Carlos, su hijo, desapareció el 24 de diciembre de 2011. Agobiada por 25 grados a pleno sol, camina al frente del grupo.
Montones de tierra se distinguen a la distancia. En cada fosa podría estar una de las 2 mil 600 personas desaparecidas en Veracruz desde el 2010.
Rosalía, cansada luego de meses de búsqueda, lo vuelve a intentar. Hoy usará la misma varilla de siempre. “Cuando vemos un pequeño hundimiento en la tierra, se le da con el marro, se mete metro y medio, luego se saca para oler la punta; ahí da un olor muy característico cuando se trata de restos humanos”. Así buscan las madres a sus hijos, tratando de ubicar la pestilencia en la tierra; cuando lo hacen es momento de escarbar. “Yo me enfermé de una infección de la piel, me salían como ámpulas, es tierra contaminada, es un panteón”, describe Martha, otra de las madres.
Cada hallazgo es reportado a la Fiscalía de Veracruz, que acordona y posteriormente levanta los restos para ser identificados.
Las jornadas transcurren lentas. Se trata de una labor que llevan a cabo en la soledad. El trabajo que debería realizar la autoridad estatal. “El olfato tiene que estar muy bien entrenado; para eso nosotras tomamos cursos de antropología forense”, puntualiza Martha, quien seca el sudor con su blusa. Encontrar más de 15 mil restos óseos en Colina de Santa Fe es desgastante; “me siento como en una fila de condenados a muerte, esperando que me llegue la noticia”.
Cadáveres en los pies
La extracción de cráneos finalmente arrojó magros resultados. Uno de los dos cráneos identificados corresponde al ex agente Pedro Huesca Barradas, adscrito al programa “Veracruz Seguro” e hijo de Griselda Barradas, quien hace cuatro días pudo rezar el novenario de su hijo. “Por lo menos tener los restos de un ser querido, es bastante alivio para una madre”.
De esto les hablaré en la próxima entrega.