El ‘nudo’ chiapaneco

El país vive horas cruciales tanto por factores externos como internos. Entre estos destaca por supuesto la coyuntura electoral. Es mucho lo que está en juego, pues el ascenso al poder de una opción política de populismo radical como el que representa Andrés Manuel López Obrador (AMLO), podría hacer retroceder a México varias décadas en materia política y económica.
En este momento, las probabilidades apuntan a que será electo el 1 de julio, pero si algo sabe el propio AMLO, es que nada está escrito en piedra cuando de pronósticos electorales se trata.




Por eso es que para los partidos de oposición a Morena, resulta crucial designar a los mejores perfiles como candidatos a todos los cargos, en especial, en las entidades federativas clave.
Chiapas es una de ellas.
De la región Sur-Sureste (Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán), Chiapas es la que tiene –según cifras del INE al 19 de enero pasado-, el tercer mayor número de ciudadanos en la Lista Nominal de Electores, con 3 millones 459 mil 776, sólo detrás de Veracruz y Puebla que tienen, respectivamente, 5 millones 693 mil 619 y 4 millones 420 mil 718.
Su importancia es transcendental para cualquier partido, pero en particular, para el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que tiene en Chiapas su bastión.
Fue allí donde ganaron por primera vez el gobierno de un estado en 2012, con Manuel Velasco. Ese año, el Verde solo (sin considerar los votos para su alianza con el PRI) le dio a Peña Nieto 328 mil 87 de los de los 933 mil 502 votos que obtuvo, es decir, el 35.14 por ciento (cifras definitivas del TEPJF).
Tres años más tarde, en 2015, el PVEM resultó triunfador –y de manera abrumadora– sólo en un estado en la elección de diputados federales de mayoría relativa: Chiapas (ver gráfico del INE).

Asimismo, en las elecciones locales de ese año, el Verde ganó la mayoría de diputaciones y presidencias municipales del estado. Del total de votos emitidos para las alcaldías, 2 millones 89 mil 546, el PVEM obtuvo 701 mil 324, o sea, el 33.56 por ciento.
Por eso sorprende que a pesar de ser por mucho la primera fuerza política de Chiapas, el Verde hubiese aceptado, de entrada, la gran humillación de que le impusieran desde la capital de la República no sólo la alianza con el tricolor, sino hasta un mal candidato a gobernador como lo es Roberto Albores Gleason.
Sobre los negativos de Albores y su proceso de imposición ya ha escrito antes el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal. Recomiendo le eche un vistazo.
Afortunadamente, la militancia verde en Chiapas reaccionó, y como resultado, su dirigente estatal –y también aspirante a la candidatura a gobernador- Eduardo Ramírez, renunció a su cargo partidista y a su curul. En el Congreso del estado era presidente de la Junta de Coordinación Política.
En este momento, el desacuerdo y la lucha de poderes por la candidatura a gobernador de la alianza PRI-Verde continúa, y hasta donde se sabe, habría un proceso de selección interna que, podemos asegurar, dejaría a todos inconformes, a esos partidos debilitados, y a Morena –que encabeza las encuestas en Chiapas-, en la antesala de una victoria que acercará a López Obrador a Los Pinos.
Este tipo de ‘nudos’ en política se suelen desatar siempre mediante un tercer actor que asegure la unidad. Esta vez no sería la excepción. ¿O acaso alguien cree que después de cualquier método de selección –votación interna o encuesta-, los verdes aceptarán gustosos a Albores y se creerán el cuento de la ‘no imposición’? Del otro lado, ¿los priistas apoyarían a Ramírez después de que su rebeldía le arrancara de las manos la candidatura a su líder?
No pasará eso. Es justo ahí donde la candidatura de un tercero en discordia –con amplias concesiones para ambos lados en disputa-, desataría el nudo. Ese tercero sería Luis Armando Melgar.
El actual senador verde por Chiapas no tiene los negativos de Albores, ni podría ser vetado por rebelde por los priistas, como Ramírez, quien tampoco ve con malos ojos a su compañero de partido. Además, sobre Melgar no pesan acusaciones de corrupción, ni de haberse adueñado de ningún partido. El perfil de Melgar es ciudadano, como el de Meade, y en vez de restar, sumaría.
Si la alianza PRI-Verde quiere en serio dar la pelea en Chiapas, tiene que negociar a como dé lugar una candidatura de unidad. La alternativa de una elección interna, generaría más encono y división.
El peligro mayor de no acordar una candidatura de unidad es que, puede apostar, las estructuras inconformes en venganza apoyarían a Morena, que las recibirá con los brazos abiertos. No se pierda de vista el pragmatismo de AMLO, que tiene –por su alta rentabilidad política-, la mira puesta en Chiapas como parte central en su estrategia de campaña.
Por eso, la altura de Enrique Peña Nieto y José Antonio Meade, tiene que ser mucho mayor que la del tabasqueño, y decidir la candidatura de unidad de la alianza PRI -Verde para sumar, y ganarle a Morena. Por el bien de México, ojalá que así sea.