
Las tensiones geopolíticas persistentes, cambios estructurales en el comercio internacional y una inflación que se resiste a ceder, está provocando que el oro retome su papel histórico como reserva de valor por excelencia y que las apuestas por este metal precioso se eleven.
Desde su ruptura técnica por encima de los 2,000 dólares por onza a finales de febrero de 2024, el metal amarillo ha registrado una tendencia alcista sostenida, escalando hasta los 3,300 dólares recientemente, un nuevo máximo histórico y el límite superior de su canal ascendente.
A la luz de este desempeño y considerando la evolución de los fundamentos macroeconómicos y financieros, las proyecciones de diversas firmas apuntan ahora a un objetivo de 4,000 dólares por onza hacia finales de 2025, y hasta 5,000 dólares para el cierre de 2026.
Las condiciones actuales del mercado refuerzan la tesis de que el oro se encuentra en una nueva fase estructural de apreciación. Según UBS, el caso para aumentar la exposición a este activo es más contundente que nunca, dadas las crecientes incertidumbres asociadas a políticas comerciales proteccionistas, expectativas de menor crecimiento económico global, presiones inflacionarias persistentes y un entorno geopolítico cada vez más volátil.
La narrativa de protección frente a riesgos sistémicos cobra mayor fuerza si se considera el antecedente histórico: tras el colapso del sistema de Bretton Woods en 1971, el oro experimentó dos grandes ciclos alcistas. En el primero, su precio se multiplicó por veinte entre agosto de 1970 y enero de 1980. El segundo gran mercado alcista lo vio apreciarse siete veces. Si las condiciones actuales desembocan en un tercer gran ciclo, no sería descabellado anticipar niveles que incluso superen los 5,000 dólares por onza.
A esta narrativa se suma un nuevo componente: la dimensión estratégica del oro en el contexto de la rivalidad entre Estados Unidos y China. En una publicación reciente en su red social Truth, el expresidente Donald Trump expresó lo siguiente:
“LA REGLA DE ORO DE LA NEGOCIACIÓN Y EL ÉXITO: ¡QUIEN TIENE EL ORO HACE LAS REGLAS! ¡GRACIAS!”.
Mientras Washington continúa acumulando déficits y apostando por sanciones financieras, China ha estado fortaleciendo silenciosamente su posición mediante la acumulación de reservas en oro.
De hecho, el gobierno chino ha incrementado su porcentaje de reservas internacionales en oro desde la crisis financiera de 2008, y aceleró este proceso especialmente a partir de 2022, cuando la Reserva Federal congeló los activos internacionales de Rusia tras la invasión a Ucrania. Actualmente, China ha duplicado la proporción de oro en sus reservas, pasando del 3.5% al 7.1%, y algunos analistas señalan que podría aspirar a alcanzar el umbral del 10%.
Aunque Estados Unidos históricamente ha dictado las reglas del sistema financiero internacional, el país que ahora posee crecientes volúmenes del activo más universalmente aceptado —el oro— es su principal competidor estratégico.
Existen otros fundamentos sólidos en los flujos del mercado que respaldan esta tesis alcista del oro. Datos de Goldman Sachs indican que, a pesar del reciente repunte, la posición especulativa en el mercado de futuros (COMEX) se mantiene en niveles moderados. La participación especulativa habría contribuido apenas en un punto porcentual al reciente rally del 7%, lo cual sugiere que el movimiento ha estado impulsado más por flujos estructurales que por posicionamientos tácticos de corto plazo.
Asimismo, los flujos hacia vehículos de inversión respaldados por oro han mostrado un repunte significativo, de acuerdo con Bank of America, mientras que UBS destaca que los niveles de exposición, aunque elevados, aún tienen margen para expandirse dadas las condiciones macroeconómicas actuales.
El desempeño de largo plazo del oro no sólo se ha limitado a su rol como activo refugio en tiempos de crisis. Desde el cierre de la “ventana del oro” por parte del presidente Nixon en 1971, el metal ha superado incluso al S&P 500 en términos de retorno acumulado, lo que refuerza su valor no únicamente como escudo frente a la volatilidad, sino también como componente estratégico en portafolios de largo plazo, especialmente cuando los mercados bursátiles enfrentan valoraciones históricamente altas y márgenes de utilidad en compresión.