La economía mexicana es un “gato muerto”

La economía mexicana es un “gato muerto”

La semana pasada se dieron a conocer las cifras de crecimiento del PIB de México al segundo cuarto de este año, y en línea con lo esperado, los resultados fueron bastante positivos. La primera razón de esto es el “efecto rebote”, como consecuencia de la bajísima base de comparación respecto al PIB del segundo trimestre de 2020, cuando se vivía la peor parte del confinamiento y cese decretado de actividades económicas.

En finanzas suele decirse que si lanzas un gato muerto desde un edificio muy alto, al llegar al suelo quizás rebote. Eso no significa que el gato haya revivido: ¡todavía está muerto! Así está la economía del país.

Sí. De acuerdo con los datos del INEGI, el crecimiento anual del PIB durante el segundo trimestre de 2021 fue de un histórico 19.6 por ciento, el más alto jamás registrado. Esa cifra está siendo utilizada por los propagandistas del sistema para destacar lo bien que va el país gracias al presidente. ¡Nada más alejado de la realidad!

De hecho, la constante durante la administración de López Obrador ha sido la recesión. La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México fue la estocada que marcó el cambio de rumbo, de un crecimiento mediocre del que veníamos a una recesión “leve” y luego desplome por el mal manejo de la crisis COVID.

El gráfico siguiente no deja lugar a dudas: con todo y el rebote “histórico”, la producción de bienes y servicios en México es apenas equivalente a la que tuvimos en el cuarto trimestre… ¡pero de 2016!

 

En el mismo período de este año, Estados Unidos – el verdadero motor de la economía nacional- creció 12.2 por ciento anual. Sí, México creció mucho más en términos anuales que su principal socio comercial, pero su caída previa también había sido mucho mayor en 2020: 8.5 por ciento contra 3.5 por ciento de la Unión Americana.

Ahora bien. La estimación oportuna de la tasa de crecimiento trimestral respecto del primer trimestre fue de 1.5 por ciento, que es menor de lo que se anticipaba, y nos lleva a una tasa implícita negativa para junio de -1.9 por ciento. Pese a todo, el crecimiento esperado por la mayoría de los analistas para 2021 es de alrededor de 6.3 por ciento, lo que claro que es una buena noticia, pero con graves matices de los que la propaganda gubernamental nunca habla.

Con las aún optimistas estimaciones actuales, la recuperación del PIB a niveles previos a la pandemia llegaría para México hasta 2023 – para Estados Unidos en 2021-, y la recuperación más importante, la del PIB per cápita, hasta 2025 -en EU, también ya se dará este mismo año-. Eso, claro, si es que el ritmo de expansión se mantiene en al menos 2 por ciento en los años posteriores, lo que parece complicado que se alcance.

Esto porque el gobierno de México insiste en ahuyentar capitales con ocurrencias económicas muy serias que constituyen auténticos ataques a los verdaderos generadores de riqueza: los empleados y los empresarios.

Desde el inicio de la actual administración, por ejemplo, se mandó el mensaje de que el gobierno decidiría a su arbitrio cuánto debería subir el salario mínimo, y emprender proyectos económicos financieramente inviables que terminarán por quebrar las finanzas públicas en el largo plazo, como el “salvamento” de Pemex, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles”. Eso sin contar con la Reforma fiscal que tenemos en puerta, que va por cargarle más la mano a las empresas en el peor momento.

Los faraónicos proyectos sexenales de AMLO están condenados a fracasar porque no son sostenibles. Para mantenerse necesitarían un exponencial apoyo creciente de las arcas públicas que, una vez que se haya ido López Obrador del poder, dejarán de tener.

La siguiente gráfica cortesía de Banco Base, ilustra muy bien el verdadero sentir de los inversores extranjeros, que no han dejado de salir del mercado nacional en cuanto a tenencia de bonos se refiere. Desde el máximo histórico logrado en febrero de 2019, ha salido ya la cuarta parte (24.48 por ciento) de los capitales extranjeros invertidos en dichos activos. Esta es una señal muy clara de que los inversores, que son quienes arriesgan su capital para hacer crecer la economía, le están dando la espalda a la llamada “4T”.

 

Por eso en este espacio hemos sido enfáticos en que es necesario seguir saliendo de inversiones relacionadas a renta fija y todas las denominadas en pesos mexicanos, hacia activos denominados en dólares con fuertes fundamentos alcistas de precio por la inflación monetaria: índices bursátiles, materias primas, metales preciosos, criptomonedas, etc.

El tipo de cambio nos ha echado una mano al verse favorecido tanto por las exportaciones – que de enero a junio pasado acumularon un total de 236,106.4 mdd y una variación anual de 29.2 por ciento– como por los históricos flujos de remesas hacia el país, que al mes de junio acumularon cuatro meses consecutivos por encima de los 4 mil millones de dólares y 14 meses consecutivos de alzas. 

Durante los últimos 12 meses las remesas ascienden a un total de 44,929.9 mdd, que sin duda están aliviando la crisis para miles de familias, pero que no podrán sostenerse para siempre a este ritmo.

Más importante aún es que el debilitamiento de los fundamentos económicos compromete aún más el valor del peso, que si bien no se ha visto tan erosionado todavía por el tipo de cambio, sí lo ha hecho por el lado de la inflación, que se mantiene en niveles cercanos al 6 por ciento anual.

En suma: mientras los propagandistas continuarán hablando de un imaginario “boom” de la economía mexicana, los inversores más avezados debemos prepararnos para esa tormenta que regresará con más fuerza. Estar en el “ojo del huracán” es algo bueno mientras se tenga claro que sólo es para hacerse “provisiones” y “armas” financieras para sacar provecho de la crisis una vez que vuelva, y para ganar cuando casi todos los demás estarán perdiendo hasta la camisa.