Tesla y el turbio futuro de los autos eléctricos

Lo que le está pasando a Tesla es sintomático de la cruda realidad con la que se ha topado la industria de los autos eléctricos, que invierte grandes sumas en capacidad y desarrollo tecnológico apostándole a un crecimiento sostenido de la demanda, pero que más bien se ha ido aletargando debido a limitaciones en infraestructura y las muchas de los propios vehículos.

Si bien es cierto que la transición de vehículos de combustión interna a eléctricos (VE) se mira inevitable a largo plazo, cada vez son más las señales de que no sucederá tan rápido como pretenden las autoridades en diferentes partes del mundo, ni siquiera en los países desarrollados.

Debemos tener clarísimo que la electromovilidad implica un gran desarrollo de infraestructura y, por tanto, un gasto significativo, lo que prácticamente excluye a los países en vías de desarrollo, entre ellos México, que –a las claras– está rezagado en la materia.

Lo que le digo es que si los países ricos tienen problemas para crear la suficiente infraestructura de carga, que opere de manera rápida y ágil, desde luego que es más difícil para los países en vías de desarrollo.

Añada a eso las desventajas propias de los autos eléctricos -de los aquí sólo hacemos mención de algunas (frente a los de combustión interna): precios más altos, mayores costo de mantenimiento, depreciación, reparaciones más caras y lentas, refacciones gravosas y escasas, autonomía limitada y dependencia de la red eléctrica, etc.

Otro inconveniente es el tiempo de carga. Abundan los memes de las enormes filas de modelos Tesla faltos de electricidad. No es tan fácil como ir a la gasolinera, ponerle cien pesitos de Magna y listo, sino que se requieren horas para reabastecer la batería, y no en cualquier lugar, un tiempo en el que simplemente no es posible mover el VE. Así de claro.