Un verano de hambre.

La guerra entre Rusia y Ucrania ha tenido consecuencias desastrosas en todos los ámbitos y las seguirá teniendo si no hay un alto al fuego en el corto plazo. Los fertilizantes han subido de precio durante el enfrentamiento bélico, afectando los precios de los alimentos y las cadenas de suministro en todo el mundo.

Si bien los precios de los fertilizantes han bajado ligeramente de precio desde sus máximos históricos, aún no es suficiente para que los agricultores empiecen a comprarlos. De acuerdo con información de Bloomberg, existe un exceso de fertilizantes acumulados en los mayores puertos de Brasil, lo que indica que los compradores quieren que baje más de precio.

Por ejemplo, en la ciudad de Paranaguá, los almacenes privados alcanzaron su capacidad máxima de almacenamiento de 3.5 millones de toneladas. Esto es un grave problema, ya que este país es fuente de alimentos para la mitad del planeta. 

Brasil importa casi el 85 por ciento de sus fertilizantes y Rusia es su principal origen. Al normalizarse el suministro, los precios han bajado en las últimas semanas, pero los agricultores siguen sin comprar, esperando nuevos recortes de precios.

Esto trae consigo algunos problemas. El primero es que los agricultores podrían retrasar sus compras hasta la víspera de la siembra de soya en septiembre, pero si todos esperan demasiado podrían provocar cuellos de botella en el transporte que podrían dejar a algunos de ellos sin nada de fertilizante. Por otra parte, no está garantizado que más fertilizantes salgan de Rusia. 

Los agricultores que esperan que los precios se vuelvan a normalizar por completo se verán decepcionados.

En este contexto, Estados Unidos, Brasil, Argentina, México y Canadá se han comprometido en la Cumbre de las Américas a ampliar la producción de alimentos y fertilizantes.

De acuerdo con el jefe de la diplomacia estadounidense para América Latina, Brian Nichols, el objetivo es maximizar el suministro de alimentos para intentar mantener la estabilidad de precios y asegurarse de que las sanciones por la guerra no afecten a estos productos. Con el fin de respaldar un mayor acceso a fertilizantes, estos cinco países incrementarán su producción y optimizarán su uso por tonelada de alimentos producidos.

Sin embargo, a la par del supuesto impulso a la oferta, del lado contrario los bancos centrales intentan “romperle la espalda” a la demanda agregada elevando fuertemente sus tasas de interés. El mejor ejemplo es la Reserva Federal, que esta semana dio un salto histórico de 75 puntos base a su rango de tasas de referencia, un alza no vista de 1994.

Pero esforzarse por contraer la demanda agregada significa también esforzarse por destruir la demanda de alimentos en un contexto de oferta limitada. Sin eufemismos, eso significa que a causa de la inflación mundial galopante, provocada por los bancos centrales con sus estímulos monetarios, y por los gobiernos por sus estímulos fiscales (gasto de “apoyo social” sobre todo) habrá un verano de hambre para millones de personas en todo el planeta.

Los precios de los cereales y de los productos de primera necesidad como leche, azúcar, aceite y harina, también han subido drásticamente en todo el planeta.

La agencia DW informa que la cosecha de este año será probablemente más pobre en África porque los productores no pueden permitirse comprar suficiente fertilizante. Hasta la temporada pasada, un saco de fertilizante costaba 17 mil francos, pero este año ha llegado a 30 mil.

Dicho de otro modo, una nueva crisis económica global está en puerta y afectará a todos: a los ricos que se quejarán del desplome del valor de sus activos, y a los pobres, que padecerán la peor y más cruel inflación de todas, la de los alimentos.