México ante la reforma fiscal de Trump

Quedó consumada. El optimismo de quienes por consigna le hacen el juego al gobierno y suelen ver sólo el supuesto lado positivo de las noticias, quedó enterrado: la reforma fiscal del presidente Trump salió adelante.
Ahora bien, resulta que esos mismos de siempre –aludidos arriba– esta vez nos dicen que no tenemos tanto de qué preocuparnos porque la tasa efectiva de impuestos será más alta para las empresas en aquel país, debido a los gravámenes locales de los estados. Nunca cambian ni cambiarán. Escúchelos pero no se confíe y mejor actúe.
Lo cierto es que, en términos porcentuales, la tasa corporativa cayó, y muy fuerte, al pasar del 35 al 21%, a partir de ya: del 1 de enero de 2018.




Es previsible que haya una repatriación de capitales muy importante, tanto para inversiones productivas como para recompra de sus propias acciones. De manera que, desde este punto de vista, la fiesta en la burbuja bursátil parece que continuará por un buen rato.
Otra forma de decirlo es que se espera que haya fuga de dinero de países que perderán en automático competitividad fiscal, y sí, adivinó, México está en primera fila.
Si a esto suma el factor TLCAN, que seguimos creyendo que será denunciado (cancelado) por Trump el año que entra, todas las estrellas se alinean en contra de nuestro país, de nuestra moneda y (de rebote) en favor del candidato más populista (todos los que hay, hasta el momento, lo son) de todos: Andrés Manuel López Obrador.
Este último factor también suma de manera grave al escenario de ‘tormenta perfecta’ para México en 2018. Ojalá nos equivoquemos, pero nuestro trabajo es asesorar a los suscriptores de Top Money Report para que tomen sus previsiones y se anticipen a tiempo a las tormentas que vienen.
Las voces de diversos sectores se multiplican en México en el sentido de demandar una baja de impuestos aquí, pero –para decirlo claro– eso será políticamente imposible. Me explico: en un año electoral tan importante como el próximo podemos esperar todo, MENOS un recorte masivo del gasto público. Este paso es indispensable para siquiera poder pensar en recortar las tasas impositivas en el país.
Y es que mire: si usted gasta más de lo que gana, y de buenas a primeras decide cambiar de empleo a uno en que perciba menos dinero –sin reducir sus egresos–, el resultado será que tenga que endeudarse más. Quizá pueda hacerlo mientras le dure la línea de crédito de sus tarjetas, pero tarde o temprano estará en bancarrota.
De manera análoga, el gobierno de México, con finanzas en déficit, no puede reducir lo que nos cobra vía impuestos sin antes disminuir el gasto, lo que –ya vimos– no va a ocurrir de ningún modo. Sí, estamos en un callejón sin salida porque los gobernantes, de todos los partidos, se resisten a hacer lo correcto y dejar de derrochar. La austeridad no es algo que guste porque impide comprar votos a manos llenas.
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