¡Sí invierta en criptomonedas! (y en oro)

Es común encontrar que los promotores de las criptomonedas y los defensores del dinero sólido y honesto se enfrasquen en discusiones sobre si el oro es mejor que el Bitcoin (BTC) y viceversa.
Ya en ediciones anteriores hemos aclarado que, más allá de preferencias, el oro y el Bitcoin ni son enemigos ni tienen por qué estar peleados entre sí.
El oro es el dinero insuperable, pues ni siquiera requiere de energía eléctrica o conexión a internet para funcionar. Funge como dinero desde hace milenios –junto con la plata–, cuando los inventos tecnológicos actuales y la modernidad ni siquiera eran imaginables.




Pero Bitcoin es, sin duda, una mejor divisa para el comercio digital de hoy: puede negociarse con una facilidad y en fracciones tan pequeñas como no puede hacerse actualmente con el oro, mientras que su fortaleza se encuentra no en el respaldo físico de un metal precioso, sino en la incorruptibilidad de su libro contable, en el que se registran las transacciones.
Su valor deriva –como el de todas las monedas– de la oferta y la demanda que de ella se tenga en función de su calidad.
En materia monetaria, la calidad es incluso más importante que la cantidad de circulante, y en ese sentido, Bitcoin ofrece una mejor alternativa que divisas cuyo valor, cada fracción de segundo, se aproxima a cero, como el del bolívar venezolano.
Por eso, el mercado monetario debe ser abierto y competitivo, como deben serlo todos, para que el público elija en libertad el que mejor le parezca o convenga. Como ha sido en el pasado, las personas que interactúan con sus transacciones comerciales son las que dirán al final cuál dinero prevalece y cuál se va al panteón de los dineros.
En este sentido podemos estar seguros de algo: con o sin Bitcoin, el oro fue y seguirá siendo lo que es, y no perderá su calidad, y con ello conservará su valor porque la gente lo aprecia y tiene siempre una demanda permanentemente insatisfecha de él. No hay ‘monedita’ de oro extra que le caiga mal a nadie.
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